El derecho a no obedecer

Sergio Roldán Gutiérrez

sergio@sergioroldan.com / @SergioRoldanG

“…Algo está muy mal desde que ser irrespetado ininterrumpidamente, se nos haya vuelto paisaje. Se nos tuvo que haber dañado algo por dentro, para que no seamos capaces de parar de hablar de lo que no sabemos y de juzgar al que no conocemos…”

De manera pues que si un policía nos violenta y nos grita, ¡tenemos que obedecerle! Que si usa la violencia para contrarrestar la violencia, ¡tenemos que obedecerle! Ahora verá que si un funcionario público nos maltrata en una taquilla porque no entendemos el trámite que él repite hace 20 años, todos los días, ¡tenemos que obedecerle! Hago uso de mi derecho fundamentalísimo a no dejarme maltratar, a no dejar que la fuerza, que el irrespeto y los argumentos de poder sean los que se nos esbocen para hacernos obedecer. Pasa una caravana de autos, escoltados, violentando a los demás, usando su bocina, sonando sus alarmas, pagados por todos nosotros además y nos tenemos que orillar y dejarnos arrinconar porque la vida y el tiempo y la dignidad de los que no vamos al interior de dichos vehículos, vale menos. Entonces pueden andar por la aceras, o en contravía, con sus motos escandalosas, por que son los policías y los guardas y ¡Tenemos que obedecer!  Pero; ¿qué es lo que esta pasando?, ¿Tenemos que dejarnos irrespetar para ser unos buenos ciudadanos?.

Que será lo que pasa que si un delincuente roba a alguien, ya es común pasarle por encima el auto, por que no tiene sentido llamar a la policía. ¿será que se está incentivando con esas actitudes que se tomen por manos propias las acciones?

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Una sociedad desincentivada, angustiada, vilipendiada, explotada, invisibilizada, exprimida, y las seguridades las entregan nuestros elegidos, gritando, retado, hablando duro, acusando, amenazando. Es que todos tenemos derechos a defendernos, es una elementalidad, aunque los pronunciamientos se hagan por prensa, radio, televisión, redes sociales, mensajes virales, claro que nos irrespetan, con la fuerza que habla el director del proceso, hablan sus subalternos y con esa misma que se violenta al ciudadano, se llega a las comunidades. Es que hay como una rabia generalizada, como si hubiera hecho metástasis y ya no hubiera nada que hacer.

En la universidad teníamos un profesor que se refería a los estudiantes despectivamente, decía: ¡oiga!, ¡usted!, ¡la negrita de atrás!, ¡la que nunca sabe nada!, nos moríamos del miedo, pero le decíamos al decano y nos decía que no le paráramos bolas. ¡Ey!, ¡la gordita!, ¡va a ser capaz de responder esta vez o no! Se podía cortar con un cuchillo el aire. Algo está muy mal desde que ser irrespetado ininterrumpidamente, se nos haya vuelto paisaje. Se nos tuvo que haber dañado algo por dentro, para que no seamos capaces de parar de hablar de lo que no sabemos y de juzgar al que no conocemos.

«No tenemos que obedecer cuando nos irrespetan, no tenemos que obedecer cuando nos piden hacer cosas absurdas, no tenemos que obedecer cuando la razón es: Yo soy».

 

Es tiempo de hacer el ejercicio, al menos por esta época de navidad que empieza, dejar de juzgar, dejar de irrespetar, saludar, colaborar. Hoy será el lanzamiento de la segunda edición de nuestro libro #CiudadaníaAntesQueCiudad en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara – FIL y el mensaje para los gobernantes y los funcionarios, será exactamente ese, las ciudades se construyen con hechos, no con publicidad, las razones se exponen con respeto, no con soberbia.

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Los ciudadanos padecen cada error, cada desconocimiento de su equipo de gobierno (y se benefician con cada acierto también), ya es suficiente irrespeto ese, como para tener que padecer malos tratos para garantizar que todos los reflectores los miren. No se equivoquen, que con la fuerza y la maña que engañan a sus electores y a la población entera, se ejercerá el derecho a no obedecer. El pago de los impuestos, el cumplimento de las reglas, reconocer que se hace más de lo que se habla, entre otros, son incentivos que entrega el habitante a sus gobiernos, si no es irrespetado continuamente. Sí el equipo administrador de las ciudades no recibe ninguno de ellos, entonces e ejercicio de la legítima defensa se concretó en este derecho a no obedecer. Entramos en esta semana al último mes del año esperando que cada uno ponga su parte en este propósito de no irrespetar, de nos ser irrespetado.

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