El espacio público es el lugar en el que se ejercen la mayor parte de los derechos humanos. En resumen, es el territorio que convierte en grandiosa la experiencia de vivir en una metrópoli. Actualmente, existe un parteaguas generacional entre las personas que pudimos disfrutar en nuestra infancia y adolescencia de uno seguro, cercano, amable, disfrutable, protegidos por el colectivo que trasladaba los valores familiares de cuidado y protección en beneficio de todos y todas. Con una generación que más bien lo ha sufrido, que ha crecido con una sensación de amenaza constante, de riesgo inminente y de percibir al otro como extraño con potencial de delincuente. Ha vivido sumergida en la psicosis de desconfianza y miedo.
Ante este escenario, los gobiernos han tomado acciones mediante la instrumentación de políticas públicas y programas que permitan rescatar los espacios públicos con el objeto de recuperarlos para el colectivo. La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE 2016) estima que durante el 2015 se generaron 29.3 millones de delitos, esta estadística es similar a la presentada en el 2013 y 2014.
ASÍ ES NUESTRA REALIDAD
De acuerdo con la encuesta mencionada, en cuanto al tipo de delito en primer lugar se encuentran el robo o asalto en la calle o transporte público, el cual sigue siendo el más frecuente, pues representaba 28.2% del total de los ocurridos durante el 2015. Al tomar en consideración la percepción de inseguridad de la población de 18 años y más, en las entidades federativas ésta se ubicó en 72.4%, manteniéndose en niveles similares a los estima- dos de 2013 al 2015 (según el levantamiento de la encuesta marzo-abril 2016).
Sin embargo, la sensación de inseguridad en los ámbitos más próximos a las personas se ha incrementado en 2016, llegando a 65.1%, y 45.4% de la población de 18 años y más, que se siente insegura en su municipio o delegación, y en su colonia o localidad, respectivamente. Es decir, ante un escenario delictivo similar al de años anteriores la población tiene mayor sensación de inseguridad en su entorno inmediato.
REFLEXIONEMOS… EN LA MEDIDA QUE LOS CIUDADANOS SEAMOS CONSCIENTES DE ESTA SITUACIÓN Y GENEREMOS LOS CAMBIOS DE CONDUCTA QUE SE REQUIEREN, PERCIBIREMOS UN CAMBIO VIRTUOSO EN LAS CONDUCTAS DE LOS DEMÁS
¿LAS CAUSAS?
La teoría de la incivilidad o del desorden social plantea que la falta de limpieza y mantenimiento (por ejemplo: gratis, aceras sucias, edificios abandonados y con ventanas rotas, viviendas desocupadas o en mal estado), así como los comportamientos incívicos (como el acoso a transeúntes, ingestión de bebidas alcohólicas y drogas en espacios públicos y la presencia de pandillas), influyen sustancialmente al generar una mayor sensación de inseguridad. Esto debido a que proyectan una situación generalizada de falta de control, bajos niveles de cohesión y descuido político, incidiendo de manera directa en el incremento de una sensación de vulnerabilidad frente al delito, que incrementa la de inseguridad.
INFLUYE EN NUESTRA CONDUCTA
Este escenario condiciona de manera directa nuestros comportamientos, la ENVIPE claramente señala un cambio de comportamientos a nivel nacional en las actividades cotidianas que la población de 18 años y más dejó de hacer en 2015, entre ellas, la principal y que está íntimamente relacionada con el espacio público, fue permitir que sus hijos menores de edad salieran de casa con 68.6%. Si analizamos en términos psicológicos los efectos del miedo, se sabe que esta emoción nos conecta con la parte del cerebro reptil, promoviendo una situación de parálisis y bloqueo, activando de manera inmediata el instinto de supervivencia que genera las reacciones más primitivas como respuesta a un estímulo determinado. De aquí que bajo los efectos del miedo se puedan presentar reacciones extremas que van desde la parálisis hasta reacciones heroicas, como las que recientemente hemos evidenciado con los vengadores anónimos, que hacen justicia por su propia mano.
Sin embargo, una situación de temor constante puede derivar incluso en malestares físicos, como estrés, trastornos del sueño, aislamiento, abuso en el consumo de sustancias que producen una sensación de bienestar en el corto plazo (desórdenes alimentarios, consumo de alcohol, drogas y estupefacientes) y efectos a más largo plazo, llámese baja autoestima y el incremento de la sensación de vulnerabilidad.
SIN SALIR DE CASA
LA ENVIPE SEÑALA UN CAMBIO DE COMPORTAMIENTOS A NIVEL NACIONAL EN LAS ACTIVIDADES COTIDIANAS QUE LA POBLACIÓN DE 18 AÑOS Y MÁS DEJÓ DE HACER EN 2015, ENTRE ELLAS, LA PRINCIPAL, Y QUE ESTÁ ÍNTIMAMENTE RELACIONADA CON EL ESPACIO PÚBLICO, FUE PERMITIR QUE SUS HIJOS MENORES DE EDAD SALIERAN DE CASA CON 68.6%.
LA SEGURIDAD SE CO-CREA
Este tipo de reacciones en el ámbito colectivo detonan más comportamientos incívicos fuera de los marcos de referencia que tendríamos si viviéramos en un entorno menos violento, lo cual alimenta la sensación de indefensión y vulnerabilidad. Los especialistas en temas de prevención ciudadana hacen referencia a que la seguridad se co-crea. De aquí que resulte importante que la ciudadanía tome medidas preventivas que lo hagan menos propenso a ser víctima de un delito, pero éstas también requieren tomar conciencia de que la percepción de seguridad se crea. Los datos duros nos muestran que la situación de inseguridad que se enfrenta es similar a la de años anteriores.
Es una decisión personal seguir alimentando este ambiente de inseguridad, que sin lugar a dudas incide de manera directa en el modo en el que nos comportamos cuando estamos en el ámbito público. En la medida que los ciudadanos seamos conscientes de esta situación y generemos los cambios de conducta que se requieren, percibiremos de un transformación virtuosa en las conductas y comportamientos de los demás.
En este sentido sería importante recuperar aquellas conductas de antaño de protección del otro como si se tratara de un familiar cercano, en donde los comportamientos anticívicos se topaban con el límite establecido. Esto tenía como resultado dos efectos directos: 1. Desincentivaba procederes fuera del marco de referencia, esto debido a que el colectivo se encargaba de encauzar la actuación del individuo dentro de los límites establecidos y 2. Contribuía a construir este sentido de arraigo y pertenencia reduciendo la sensación de vulnerabilidad individual, esto debido a que las personas siempre estaban protegidas y resguardadas en un entorno seguro.
Éste es el momento en que se debe evitar dar marcha atrás a la reconquista ciudadana de los espacios públicos. Esta es la hora de llamar a la recuperación de valores cívicos y la recomposición colectiva de nuestro actuar individual en favor del bien común. De ello depende nuestro bienestar físico, emocional y mental, el del colectivo, y también el de las generaciones futuras, que tienen el derecho de disfrutar las ciudades en un entorno de paz, tranquilidad, seguridad y felicidad, que les permita materializar sus más grandes anhelos.