Que las ciudades dispongan de parques, jardines y zonas arboladas no sólo brinda una imagen estética, sino que aporta beneficios ambientales, sociales, económicos e influye positivamente en la salud y comportamiento de sus habitantes. A pesar de que diversos estudios realizados alrededor del mundo han comprobado la importancia de que existan estos espacios en las urbes, en nuestro país aquellos siguen siendo muy escasos, sobre todo en las principales capitales, además de que los existentes son de baja calidad.
BENEFICIOS AMBIENTALES
Los parques urbanos amortiguan considerablemente la contaminación auditiva. Un estudio llamado Urban Soundscapes: Experiences and Knowledge, realizado por Manon Raimbault y Daniele Dubois en 2005, demostró que los sonidos, aunque existan condiciones sonoras similares, se perciben de manera distinta según el entorno. Por ejemplo, en lugares verdes los ruidos molestos son compensados por naturales, como el canto de las aves, mientras que en zonas más urbanizadas el ambiente es menos placentero.
Por si fuera poco, estos espacios son elementos de sustentabilidad en las ciudades y sirven para proteger y aumentar la biodiversidad. Los parques y jardines urbanos fungen como refugios para vegetación y animales, y aunque con el paso del tiempo muchas especies han desaparecido por la actividad humana, pueden preservarlos y evitar su extinción.
Otro beneficio es que la vegetación existente ayuda a mitigar los efectos del cambio climático, ya que absorben gases contaminantes, controlan la radiación solar y mejoran la temperatura. También intervienen en la conservación del agua y reducción de la erosión del suelo. El especialista Gregory McPershon en su estudio Quantifying Urban Forest Structure, Function, and Value demuestra que una hectárea de zona verde en una ciudad puede llegar a eliminar al año 0.7 toneladas de monóxido de carbono, 2.1 de dióxido de azufre, 2.4 de dióxido de nitrógeno, 5.5 de partículas en suspensión y 6 de ozono.
BENEFICIOS SOCIALES
Es bien sabido que este tipo de lugares promueve la convivencia y recreación. Esto lo comprueban análisis realizados por Lewis (Green Nature and Human Nature) y Kuo (Fertile Ground for Community) ya que demostraron que quienes viven cerca de áreas verdes tienen más interacciones sociales y desarrollan un alto sentido de identidad y valores compartidos, además de que experimentan altos niveles de gratificación.
BENEFICIOS ECONÓMICOS
Los jardines y parques contribuyen al turismo urbano, y a su vez propician la generación de empleos. De igual manera incrementan los valores de las propiedades comerciales y residenciales e impulsan la atracción de compradores y arrendatarios. Esto se conoce como el método de precio hedónico, es decir, asociar el precio de un bien con las características que éste posee, entre ellos se encuentran los atributos ambientales.
Por otro lado, favorecen el ahorro de energía, de hecho Gregory McPherson arma que en la ciudad de Chicago se incrementó 10% el arbolado, logrando reducir hasta 15% la energía de calefacción y refrigeración de inmuebles. Al impactar positivamente en la salud pública, el ambiente y la cohesión comunitaria se frenan o disminuyen algunos de los problemas principales que se viven en las ciudades, como obesidad, contaminación y violencia, lo que a su vez permite que las autoridades y los mismos ciudadanos ahorren significativamente.
CONTACTO CON LA NATURALEZA
La existencia de parques urbanos tiene un impacto positivo en la salud física, disminuye las enfermedades respiratorias y propicia la realización de actividad física que, a su vez, reduce los niveles de obesidad, sobrepeso, hipertensión y diabetes. Lo anterior está comprobado por el investigador Marc G. Berman y su equipo, que en la revista Scientific Reports, del grupo Nature, publicaron una investigación que reconoce que el nivel socioeconómico y el número de árboles influye del mismo modo en la salud. Es decir, una familia de pocos ingresos que vive en una zona verde puede tener la misma salud que una persona que lo hace completamente en un lugar urbanizado y con un nivel socioeconómico mayor.
Por otra parte, los pacientes que convalecen en hospitales se recuperan mucho más rápido cuando sus habitaciones tienen vista hacia árboles y áreas verdes, según Ulrich en The Role of Trees in Well-Being and Health; mientras que la sombra de los árboles puede reducir la exposición a los rayos ultravioleta y sus efectos nocivos, como cáncer de piel y cataratas (Heisler, 1990).
En cuanto a la manera de comportarse, una encuesta de la Universidad de Temple, en Estados Unidos, reveló que la violencia se relaciona con ciudades que carecen de zonas verdes. Con ello coincide una investigación de Mar K. y Jeremy Mennis, del Departamento de Geografía y Estudios Urbanos de la Temple University en Pensilvania, Estados Unidos, la cual revela que los barrios más seguros son aquellos en los que hay presencia de áreas verdes y, por el contrario, en donde hay menos vegetación existen índices de criminalidad mayores. Esto se debe, de acuerdo con los científicos, a que las áreas verdes estimulan la convivencia y ocupación del espacio público, además que tienen un efecto terapéutico que disminuye y calma la irritabilidad y violencia.
POCAS ÁREAS VERDES EN MÉXICO Y DE BAJA CALIDAD
La Organización Mundial de la Salud considera que deben existir nueve metros cuadrados de áreas verdes por cada habitante de una ciudad, mismas que deben estar a máximo 15 minutos de distancia. Sin embargo, pareciera que en la República Mexicana este fenómeno se da a la inversa.
Rafael Calderón Contreras, académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), asegura que de acuerdo con un diagnóstico que realizó sobre la cantidad, calidad y diversidad de las áreas verdes de la zona metropolitana del valle de México, halló que 32% de dicho territorio se conserva natural. De ese total, especificó, 8.2% es de alta calidad y está concentrado al sur de la ciudad, en arbolados bosques y parques urbanos; mientras 91.8% es de baja o mediana calidad, con escasa diversidad. Informó también que la degradación ambiental de estos ecosistemas urbanos es una creciente preocupación, ya que los espacios citadinos dañan severamente su entorno natural, por ello la resiliencia urbana es la diferencia entre una ciudad plena y una colapsada.
El también integrante de la Red Internacional de Inteligencia Territorial, asegura que la resiliencia urbana es la capacidad humana para resistir los embates de un impacto extremo, mediante un cambio sistémico y como una solución a la crisis ambiental de las ciudades. En referencia a este tema, Jorge González Tiburcio, subsecretario de Ordenamiento Territorial y Participación de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), declara que “los espacios urbanos deben ser más amables con la vida de las personas”.
UN EJEMPLO. Gregory McPherson afirma que en la ciudad de Chicago se incrementó 10% el arbolado, logrando reducir hasta 15% la energía de calefacción y refrigeración de inmuebles.
González Tiburcio cita al Índice de Prosperidad de las Ciudades de las Naciones Unidas (recientemente publicado en el mes de marzo) que analizó 152 metrópolis –incluyendo a las 16 delegaciones de la Ciudad de México–, y que abarca temas como la competitividad, coordinación de gobierno, desigualdad, pobreza, espacios urbanos, áreas verdes, entre otros factores; con base en éste detalla que de una calificación de 100 a 0, las demarcaciones de la capital mexicana apenas alcanzan entre 55 a 60%, lo que denota la falta de trabajo de resiliencia urbana. De igual manera, aclara que igual- mente se tienen polos de gran desarrollo y calidad, como son las zonas de alta plusvalía. Sin embargo, los diversos polígonos de conflicto urbano y social se tratan de remediar con base en la nueva ley de orden urbano de México, en donde se señala que es esencial el empezar a crecer de modo sustentable en las ciudades, no sólo en la vivienda, sino en todo rubro, como es el respeto a tener espacios verdes en los nuevos desarrollos citadinos.
«En medio de la crisis ambiental que padecemos en el planeta, el árbol debería pasar a ser el mejor amigo del hombre, en lugar del perro. Entonces, si sobre estos animales hay numerosa literatura, deberían comenzar a proliferar los libros para estudiar a los árboles y entendernos mejor con ellos”.
–JOSÉ MANUEL OCHOA DE LA TORRE, EN SU LIBRO CIUDAD VEGETACIÓN E IMPACTO CLIMÁTICO
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