Figuras monumentales que rompen con la monotonía del paisaje urbano, provocando emociones en los espectadores.
Por Andrea Peniche > @aneapt
Como si se hubiese agigantado tras salir de una bañera de cualquier casa, un tierno pato amarillo de goma de 27 metros de altura, “Rubber Duck”, se ha paseado por los puertos de varias ciudades del mundo, provocando sorpresa, admiración y remembranza de las vivencias infantiles en quienes lo miran.
Obra del artista holandés, Florentijn Hofman, el pato gigante ha recorrido desde 2007 ciudades como Sydney, Australia; Sao Paulo, Brasil; Osaka y Hiroshima, Japón; St. Nazaire, Francia; Amsterdam, Holanda; Auckland, Nueva Zelanda; Hasselt, Bélgica; Londres, Inglaterra; entre otras.
Hofman, quien ha cobrado fama por llevar a cabo obras escultóricas fácilmente reconocibles por su originalidad, gran tamaño y ubicación en espacios al aire libre, también ha realizado intervenciones monumentales con osos, conejos, cuervos, gorriones, barcos de papel, hipopótamos y una mosca muerta en México para el Festival de Animación de Querétaro “Cutout Fest”.
En el caso de “Rubber Duck”, ha dicho el propio Hoffman, ocasiona que el público recuerde su niñez, cuando no tenían estrés, preocupaciones o presiones; además de que el pato no conoce fronteras, no discrimina y no tiene connotaciones políticas.
Cambios en la cotidianidad
Las intervenciones de arte urbano, consideró Ana Torres Arroyo, académica del Departamento de Arte en la Universidad Iberoamericana, son manifestaciones que pueden generar cambios en la cotidianidad, la rutina o calidad visual de una ciudad; además de provocar sentimientos, pensamientos, reflexiones o críticas en los habitantes o visitantes que las perciben.
Como toda obra artística, explicó la doctora en Historia del Arte, ésta no está finalizada hasta que no se pone en contacto con el espectador, quien, de acuerdo con su cultura, la dotará de sentido y completará su significado.
“La obra no está acabada hasta que un espectador o público tiene interacción con ella”, dijo.
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