Alejandro Aravena, comisario de la Bienal de Arquitectura de Venecia, habla sobre el impacto que tendrán dos proyectos en la vida de las personas.
Por Miquel Lacasta > @miquelacasta
Desde axonometrica no suelo dar respuesta a la actualidad, sometida a los vaivenes de lo contingente. Siempre he pensado que hay una larga distancia entre lo actual y lo contemporáneo. Sin embargo esa distancia se diluye en ciertos acontecimientos que quizás vale la pena destacar.
Entre el barullo de infinitas discusiones sobre el impacto en la arquitectura y nuestras ciudades de la crisis financiera asociada a una implacable crisis de ideales, ligada esta, a su vez, a una mayor crisis de confianza en un futuro posible, en algunos momentos parece como si encontráramos algún hilo conductor que pone en primer plano un nuevo proceder, que vehicula la primacía de nuevas estrategias que desembocan en una manera prioritaria de construir intelectualmente ciertos principios de arquitectura.
Quiero referirme aquí a una serie de propuestas que coinciden en el espacio temporal y físico de la quinceava exposición internacional de arquitectura edición de la Biennale di Venezia que va a celebrarse este año.
En el programa general titulado Reporting From de Front, el comisario de la exposición, Alejandro Aravena se extiende en la noción de la tesis de la misma de la forma siguiente: Hay varias batallas que necesitan ser ganadas y varias fronteras que necesitan ser ampliadas con el fin de mejorar la calidad del entorno construido y por lo tanto la calidad de la vida de las personas. Cada vez más personas en el planeta están en búsqueda de un lugar decente para vivir y las condiciones para lograrlo se están convirtiendo por horas en más duras. Cualquier intento de ir más allá de los negocios, como es habitual, genera una gran resistencia debido a la inercia de la realidad y cualquier esfuerzo para abordar cuestiones relevantes tiene que superar la creciente complejidad del mundo.
Según Aravena, la idea de la exposición de la Biennale es mostrar casos de éxito que vale la pena ser contados y casos ejemplares dignos de ser compartidos, donde la arquitectura hizo, hace y hará una diferencia para ganar esas batallas y ampliar dichas fronteras.
Veremos si el saldo final de la Biennale dará cuenta positiva de esos casos donde se vislumbra una manera diferente de pensar la arquitectura, o por el contrario, la Biennale será un nuevo intento fallido de mostrar un nuevo proceder contemporáneo.
De todas formas, por conocimiento en primera persona, esta invocación a un nuevo proceder en la arquitectura ha tenido dos respuestas en las que, intuyo, hay un nexo común o al menos una cierta línea argumental coincidente con la lógica de un proceder específico, un proceder que no me atrevería a llamar nuevo, pero al menos sí que me atrevería a tildar como contrapuesto a la manera como la arquitectura se ha desarrollado durante buena parte de la década de los 90 y la primera del siglo XXI.
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