En México existen casi 17 metros cuadrados de centros comerciales por cada 100 habitantes
Rodrigo Alonso @JRodrigo _Alonso
El pasado doce de julio, al sur de la Ciudad de México, se desmoronó parte de la estructura lateral en la lujosa plaza comercial Artz Pedregal y con apenas cuatro meses de haber sido inaugurada ubicada a un costado del Periférico en su tramo sur -una de las vialidades más transitadas y en una de las zonas con mayor plusvalía de la ciudad-.
Este hecho disparó una batería de cuestionamientos a los desarrolladores del conjunto comercial, Sordo Madaleno Arquitectos, por la calidad del proyecto y a las autoridades del gobierno de la ciudad por las condiciones bajo las cuales se autorizó y supervisó la obra, pero también, abre la puerta para reflexionar sobre el papel que juegan los conjuntos comerciales en el desarrollo urbano de la ciudad.
Desde su inicio, la edificación de Plaza Artz Pedegral, provocó en diferentes modulaciones la protesta e inconformidad vecinal por diferentes motivos: la desaparición de más de 50 mil metros cuadrados de áreas verdes justo al cruce del río Magdalena (uno de los pocos ríos vivos en la Ciudad de México), por el peligro generado gracias al colapso de una de las paredes de la cimentación al momento de su excavación y por el congestionamiento vial que origina la operación del centro comercial que privilegia la rutina del automóvil.
No obstante, Artz Pedregal no es el único conjunto comercial cuestionado, la misma suerte han corrido el conjunto Mitikah y el centro comercial Oasis Coyoacán del grupo de inversionistas Fibra Uno, o bien, los centros comerciales Las Antenas y Plaza Tezontle -ambos en Iztapalapa- de Grupo Danhos, y así como un sin número de complejos comerciales inoculados en la exclusiva zona de Polanco.
Desarrollos comerciales profundamente debatidos por los costos urbanos en las zonas donde se establecen por la alteración negativa de la vida urbana, ya sea por su notable consumo de agua en lugares donde hay escasez del líquido, por la generación nuevos viajes ampliando los volúmenes de tráfico y polución provocado por su desarrollo orientado al uso del automóvil o por medidas de mitigación inocuas y engañosas.
A partir de la década de los años 90 dentro el tejido urbano de la Zona Metropolitana del Valle de México se ha injertado, de manera progresiva e intensiva, decenas de miles de metros cuadrados en áreas comerciales. Esto sin que, desarrolladores y autoridades, orienten estas inversiones con un plan o estrategia de desarrollo urbano y, mucho menos, parecen muy pendientes de las consecuencias de este tipo de acciones como un imán de impactos y alteraciones urbanas, sociales, económicas, culturales, medio ambientales, hídricas y de ordenamiento territorial.
Un análisis titulado Centros Comerciales de la Ciudad de México: el ascenso de los negocios inmobiliarios orientados al consumo -auspiciado por la Universidad Nacional Autónoma de México y elaborado por José Gasca-Zamora-, pone en perspectiva la dimensión como fenómeno urbano para México el demoledor desarrollo de centros comerciales como un polo de crecimiento económico e inmobiliario particularmente en la Zona Metropolitana del Valle de México.
México cuenta con 584 centros comerciales, según el International Counsil of Shopping Centers (2015) citado por el estudio, colocándose a la cabeza en América Latina y apenas por encima de Brasil (511), pero muy lejos de Colombia (196) y Argentina (114).
Sin embargo, se proyecta que para el año 2025 en México se hayan edificado 760 unidades, alcanzando una extensión de 23.3 millones de metros cuadrados, donde la Ciudad de México concentraba 200 centros comerciales que en conjunto con Guadalajara y Monterrey atraen el 70 por ciento de la oferta.
Es decir, en México existen casi 17 metros cuadrados de centros comerciales por cada 100 habitantes y promete extenderse en menos 8 años a 22 metros cuadrados. Todo esto posible, asegura el estudio, entre otros factores a la convergencia multimillonaria entre el capital financiero, inmobiliario y comercial. Los sectores más poderosos y rentables, agregaría yo y donde no queda claro cuáles son los aportes en términos de rentabilidad social, económica y urbana para las ciudades mexicanas.
En otras palabras ¿Es necesario tal cantidad de metros cuadrados de superficie comercial? ¿A qué modelo de ciudad aspiramos y a quienes beneficia?
La explotación comercial tan intensa del suelo urbano -con una orientación a la planificación financiera y no a la estrategia urbana- nos lleva a acentuar las desigualdades en la ciudad y cuya única aportación pública de las personas -útil para éste modelo- es como consumidores desplazando del plano público al ciudadano que le interesa participar en la planificación del territorio y ser activo beneficiario de los aportes dicha planificación que contribuya a contrarrestar la gentrificación y el dilatado espacio que abre la polaridad social, es decir, dar marcha atrás a una dinámica que nos deja una ciudad con un solo camino: para quienes pueden pagarla.