Un hombre en la azotea termina por ajustar un respiradero, otro más en planta baja está fijando otro tubo de PVC a la pared, y el último le pega con fuerza al cincel para hacer un hueco en uno de los costados a la cisterna, por donde entrará la recta final de la tubería.
Entre los tres, son capaces de instalar en menos de tres horas, un sistema de recolección de agua de lluvia que proveerá a la familia dueña de la casa de hasta seis meses de agua limpia, que se puede utilizar para el baño, cocinar, y cualquier otro uso doméstico, excepto beberla.
No solo la familia no pagará por el agua que consume durante la época de lluvias, sino que está contribuyendo a disminuir las exigencias de la red del sistema de agua, permitiendo a los mantos acuíferos recargarse naturalmente.
El 67 por ciento del caudal de suministro de agua proviene de fuentes subterráneas y el resto se obtiene de fuentes superficiales. El sistema Cutzamala provee el 30 por ciento del total de agua que se utiliza en la capital, pero el gasto energético es enorme puesto que se traslada el agua a una distancia de 124 kilómetros.
Por si fuera poco, en el Valle de México la disponibilidad de agua promedio por persona es no menos que dramática. De hecho, es en la capital del país donde se tiene el índice de disponibilidad hídrica más bajo de todo el país, con menos de 1,000 metros cúbicos.
Al panorama hay que agregar que en Ciudad de México se opera con déficit hídraulico, sobreexplotando los acuíferos para dar abasto a la demanda, pues se extraen anualmente 1,300 millones de las fuentes subterráneas, y los acuíferos solo se recargan con alrededor de 700 millones de metros cúbicos al año.
La única forma de asegurar la sostenibilidad hídrica es disminuir la demanda y aquí es donde toma un papel esencial la captación de agua pluvial para satisfacer nuestras necesidades.
«Nos hacemos dos o a veces tres instalaciones en un solo día» dice Demencio, el que hace unos instantes estaba instalando el respiradero en la azotea. Tan pronto deja de malabarear con PVC en las alturas, toma un flexómetro y comienza a medir la siguiente pieza de tubo de dos pulgadas que ocupará para terminar de constituir la línea por la que baja a la cisterna.
La cuadrilla de «don Deme» pertenece al proyecto Isla Urbana, vigente desde 2009, que ha instalado a la fecha 7,684 sistemas similares, beneficiando a más de 50,000 personas. El superior directo de Don Deme es Javier Cruz, quien nos explica que contrario a lo que mucha gente piensa, el agua de lluvia es muy limpia por ser virgen, pero que sí necesita un tratamiento con cloro.
«nosotros estamos dejando cloro para la cisterna, se les explica a las familias cuanta cantidad de cloro hay que aplicar para el agua de lluvia. El agua de la cisterna es usualmente extraída con bomba, en donde se coloca un filtro contra sedimentos de 50 micras, que retiene partículas menores».
Pero no son los únicos filtros. En la parte superior hay una red que tiene como finalidad que las hojas de árboles y otros materiales no ingresen a la tubería. La única agua de lluvia que no es recomendable usar, es la de los primeros minutos, puesto que se ha combinado con los contaminantes en el aire. Aquí es donde entra la magia del tlaloque.
El tlaloque es un contenedor de plástico de aproximadamente un metro de alto. Su apropiado nombre proviene de Tláloc, dios de la lluvia para los antigüos aztecas. El tlaloque tiene dos salidas de agua: una en la parte inferior y otra en la parte superior. Su función es separar el agua de los primeros minutos de lluvia, la cual se acumula al fondo. Cuando llega al nivel de la salida superior, el agua que ha caído más recientemente entra en la tubería camino a la cisterna. Al término de la lluvia el acumulado se deja escapar con ayuda de la salida ubicada en la parte inferior.
«Cuando las familias no tienen un método de almacenamiento, ya sea cisterna o tinaco, nosotros vemos la manera de poder otorgarles un tinaco, para que puedan almacenar el agua de lluvia (…) por lo regular los tinacos que se les otorgan a las familias son de 2,500 litros, depende del proyecto se otorgan sin ningún costo o se les pide un porcentaje menor», Javier.
El papel del sector público
Isla Urbana ha encontrado en el sector gubernamental un valioso aliado para potenciar el alcance de sus sistemas de captación de lluvia. Un sistema regular como el descrito alcanza un costo de entre 10,000 y 15,000 pesos, pero gracias a las alianzas entre la organización y gobiernos locales, estos últimos han absorbido en varios proyectos el costo total, sobre todo en las delegaciones de Tlalpan, Iztapalapa y Xochimilco en Ciudad de México
De hecho, de acuerdo a Nabani Vera, director de Comunicación de Isla Urbana, cerca del 95 por ciento de instalaciones son producto de alianzas con el sector público.
Este es un modelo previo del tlaloque.
Para los usuarios, afortunadamente los costos de mantenimiento son casi nulos. Las familias con sistemas de captación de agua pluvial solo necesitan tener limpias sus azoteas, abrir la salida inferior del Tlaloque para tirar el agua de los primeros minutos de lluvia, retirar el exceso de materiales en el filtro de hojas, el filtro contra sedimentos puede limpiarse hasta una vez al mes, y lo recomendable es lavar dos veces al año la cisterna completa.
Si las recomendaciones se siguen al pie de la letra, el sistema completo puede proveer de agua hasta por 20 años. «El tlaloque dura aproximadamente 20 años, el filtro de hojas tal vez dure más de 20 años, el filtro contra sedimentos dura toda la vida» nos dice Javier. En sus ocho años trabajando con Isla Urbana, Javier ha hecho instalaciones en Ciudad de México, Oaxaca, Durango, Monterrey, Guerrero, Veracruz e Hidalgo, entre otros.
La política del agua
Luego del caso cero del sistema de captación de agua pluvial en el Ajusco, Isla Urbana ha mantenido una estrecha relación por una década ya con la delegación Tlalpan. Dados los notables problemas de escasez que enfrenta la delegación Iztapalapa, le pregunto en qué condiciones está la comunicación con aquella delegación y la respuesta de Nabani es, tristemente, no muy distinta a la que imaginaba.
«En Iztapalapa hay muchos temas políticos (…) si te relacionan con un grupo político distinto al específico de esa cuadra, tienes a gente corriéndote en dos horas, y ya nos pasó»
Con cerca de 2 millones de habitantes, en Iztapalapa hay todo tipo de problemas relacionados con el agua: o no llega, o llega muy sucia, o las pipas son tremendamente costosas, o se necesita seguridad pública para custodiar el traslado de agua (ante la presencia de grupos que secuestran los camiones para revender el agua), o se usa el líquido como moneda de cambio para grupos políticos.
Apenas hace algunos meses, se detectó que las válvulas que abastecen a la zona podrían estar siendo operadas por personal no autorizado, al mismo tiempo que se tiene registro de tomas clandestinas, lo que por supuesto agrava el problema.
Ante las dificultades para entrar a la zona, Isla Urbana ha establecido un programa conjunto con Oxfam México para zonas con precariedad hídrica, siendo Iztapalapa parte importante de la región a cubrir. Por ahora el resultado de la colaboración son nueve sistemas para igual número de escuelas en Ciudad de México con problemas de agua y el desarrollo de un foro y productos audiovisuales para abordar problemáticas del agua en la ciudad, siendo en este último proyecto el Instituto de Ciencias de Sostenibilidad de la UNAM otro aliado.
«No se trata de que Isla Urbana sea el que instale todos los sistemas de captación de agua de lluvia, se trata de detonar la captación de lluvia, pero que se haga bien» sentencia Nabani.
Aunque el enfoque principal es el social, Isla Urbana también tiene un sistema como empresa, en el que implementa sistemas de captación de agua pluvial para particulares, y está entre sus posibilidades instalar sistemas que convierten al agua de lluvia en totalmente potable.
Fuente: https://m.xataka.com.mx