Después de la declaración de Quito, para la Nueva Agenda Urbana, continúa una etapa mucho más compleja y menos prístina que su aprobación: su implementación.
En ese proceso, disputarán su espacio cada actor, grupo social, político y empresarial. Se manifestarán los intereses que convulsionan la vida urbana cotidiana.
En este caso, el rol que jueguen los planificadores urbanos, City Manager o ambos será la clave para la elaboración de una agenda local. No son los únicos, ni los más importantes, pero sí los más necesarios dentro del proceso de planeación de una ciudad y la urbanización. Socializar esto es una actividad multidisciplinaria y polifuncional donde urbanistas, arquitectos, ingenieros, economistas, sociólogos, politólogos, psicólogos, médicos, biólogos, ciclistas, peatones y trabajadores informales, nos brindan elementos para el diagnóstico y diseño de las ciudades.
Rediseñar los mecanismos institucionales para la gestión urbana que incentive la participación colectiva, integrada y coordinada entre actores, donde políticos, funcionarios y burócratas dejen de ser los únicos protagonistas de las decisiones; pensando que no todas son malas pero existen algunas, incluso pequeñas, decididas bajo criterios ajenos a la viabilidad urbana que en muchos casos tienen consecuencias que provocan daños y costos para las ciudades. Algo como el otorgamiento de un permiso, la colocación de un tope, un semáforo o el trazado de una calle.
Quiero contar un secreto
En México hay un personaje del que describir su caso nos viene bien para montarnos en un tren de especulaciones, pero también para cultivar la reflexión sobre la importancia de la figura del City Manager en el planeamiento urbano, la gestión y la administración de las ciudades.
Han sido repetidas las ocasiones -al grado de rebasar los límites de la coincidencia-, en las que me han cuestionado sobre si la revista City Manager algo tiene que ver con Arne aus den Ruthen. En ese sentido y para disipar sospechas, la respuesta es breve: ¡Nada!
Ahora, un funcionario de la delegación Miguel Hidalgo, auto denominado City Manager cobró relevancia pública cuando haciendo uso de las redes sociales y el Periscope inició una cruzada para evidenciar a personas que infringían algún reglamento cívico o de tránsito. Sus transmisiones resultaron controvertidas por los niveles de confrontación a los que llegaba con los presuntos infractores. Convirtió así su responsabilidad pública en un Talk Show.
Aunque desde el punto de vista de un mercadólogo político cumplió con posicionar su imagen, desde el punto de vista de planificación urbana, fracasó, sobre todo considerando que en él depositaron muchas de las responsabilidades urbanas con el objetivo de que tuviera la posibilidad de operar como planificador, pero convirtió su encomienda como funcionario en un personaje que para los medios y las redes sociales que resultaba hasta cierto punto gracioso.
Caricaturizó su actividad y la conflictividad urbana usando como narrativa pública la cruzada contra la impunidad de infractores ciudadanos. No sabemos si el entonces funcionario encabezaba un plan maestro o una estrategia urbana de gran calado para contener los graves problemas en esta materia, que atraviesa la delegación Miguel Hidalgo -en la cual se concentra uno de los valores de suelo más altos en el continente y reporta los índices más acelerados de crecimiento urbano-. No obstante, Arne, al menos públicamente, se empeñó en mostrar su faceta como personaje que recoge «cachivaches» de las banquetas.
Arne no es el único actor político en México y en el mundo que asumen su vida pública y política de ese modo, incluso hay quienes sin ser tan pintorescos y manteniendo un perfil público más discreto todos los días toman decisiones trascendentes para sus ciudades.
Tal vez este sea el pasaje más anecdótico, pero sin embargo habla de muchas más cosas. Joan Clos, secretario general de ONU-Habitat, afirma que entre más madura es una democracia (pasando por la madurez de sus actores) mejor es la calidad de urbanización. En contraste, entre menos madura es una democracia, la calidad es menor.
No existe una descripción única de un City Manager así que me tomaré la libertad de proponer algo de un modo simplificado. Entenderemos que City Manager es aquel actor, funcionario o institución cuto principal objetivo es diseñar, gestionar, articular e implementar un plan general estratégico para una ciudad o urbanidad en el marco de criterios de ética pública, cooperación, inclusividad, sustentabilidad, sostenibilidad, gobernanza y derechos amplios para los ciudadanos y su entorno.
Con estos criterios, si encargamos un examen, apenas superficial, para el señor Arne y muchos funcionarios encargados de administrar y gestionar la ciudad sobre la actuación como City Manager en la acepción más lánguida y pobre del término, éste reprobaría por cualquier ángulo.
El City Manager no tiene todas las respuestas
La planeación de las ciudades debe concebirse como un proceso dialéctico entre lo global y lo hiperlocal (con esto último me refiero al espacio más íntimo de las personas). Es decir, considerar que cualquier acción u omisión por más minúscula que sea potencialmente puede afectar a una escala cada vez más global. Tal es el caso que juegan los automóviles privados, por ejemplo, a través de la emisión individual de contaminantes y en suma, el negativo efecto atmosférico a nivel planetario.
Sin duda, un planificador urbano no tiene todas las respuestas, pero debe contar con la capacidad de saber formular preguntas y plantearlas en todas las atmósferas urbanas posibles. Desde el rigor del mundo académico, el estrategema político, los laberintos institucionales, la lógica del capital y las contradicciones sociales.
El City Manager y su dimensión política
Un error recurrente es suponer que los planificadores urbanos deben contar con una beta primordialmente técnica pero su función política y capacidad gestora debe romper inercias de la propia dinámica urbana.
Funcionarios públicos, empresarios, miembros de organizaciones sociales, políticos, desarrolladores, investigadores, ciudadanos, jóvenes, mujeres, personas con discapacidad, migrantes, refugiados, etcétera. Todos reclamarían su espacio dentro cultivo urbano de expansión caótica, completa, fragmentada, luchando por ser integrados al proceso de urbanización.
Frente a eso, lo que debemos de aspirar es a que con la Nueva Agenda Urbana la integración sea más justa y equilibrada.
La ciudad, en la gran mayoría de casos, es escenario de disputa de intereses, el poder y el valor. Es un fenómeno que se da a diferentes niveles con diferentes actores pero de manera permanente. Diría Josep Bohiras, director general de Barcelona Regional, que el conflicto es parte de la habitabilidad y la oportunidad de la ciudad: cada vez que haya un conflicto también se genera una solución. En este contexto, la política es el instrumento que visibiliza la compleja madeja de intereses y también es la fórmula para desatorarlo.
El acceso a la vivienda y la movilidad, la gestión y el ordenamiento territorial, el cambio climático y el manejo sustentable de los recursos, la residencia urbana y la gobernanza deben ser algunas de las dimensiones en las que un planificador urbano promediará sus planteamientos y reflexiones.