Abrimos las llaves de nuestra casa y este líquido, que es indispensable para la vida, sale de allí sin preguntarnos su procedencia.
Por Paola Bibiana Enciso > dye@yahoo.com.mx
Todos los días escuchamos a personas y medios de comunicación decir que en la Ciudad de México no hay agua, que la que consumimos a diario en nuestras casas la traen de la frontera con Estados Unidos; que nos estamos acabando la del subsuelo y que, por esta razón, suceden fenómenos como el ocurrido en el mes de enero de este año: cuando se abrió una grieta que devora el canal de Xochimilco –como lo reportó el diario El Universal el día 25 de enero en su sección de Metrópoli–. ¿Qué tanto de esto es verdad y qué otro tanto es un mito?
EN NUESTRA VIDA
Este líquido es un derecho humano, el derecho de todos a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible, asequible y sin el cual no podríamos sobrevivir. Todos sabemos que el cuerpo humano está compuesto del mismo, en 60% en el caso del hombre, y en 45% en el de la mujer. El planeta Tierra, llamado también planeta Azul porque el agua cubre las tres cuartas partes de su superficie –97.5% de agua salada, 2.5% de agua dulce–. 1% se encuentra en lagos, ríos. En la atmósfera el 30% es subterránea y el 70% está contenida en los glaciales y capas polares; de éste 2.5% solo el 1% es apto para el consumo humano.
DE AQUÍ VIENE
La Ciudad de México está ubicada en una cuenca endorreica, que es un sistema de captación de agua pluvial natural sin salida al océano, su forma se asemeja a un molcajete que está conformado por 60 montañas y 20 volcanes que se encuentran al oriente de la ciudad, donde también se ubica la Sierra Madre, las montañas más elevadas se encuentran al Sur-Poniente. Estas inclinaciones conformadas por las protuberancias eficientan el ciclo de vida del agua que a lo largo de 600 mil años conformaron el sistema de lagos y ríos de la cuenca. El 73% del agua que consumimos actualmente en la Ciudad de México, es decir 59.5 m3/s, es extraída de esta agua
infiltrada en el acuífero principal de la cuenca. El 2%, que son 1.62 m3/s, la tomamos del escurrimiento superficial de los 45 ríos de los cuales 14 ríos son perennes, ya que conducen agua los 365 días del año. Entre éstos se encuentran el río Magdalena, el Santo Desierto Mixcoac, el Tacubaya, el Tlalnepantla, el Hondo, el San Javier, el Chico de los Remedios, el San Idelfonso, el San Pedro, La Colmena, Cuautitlán, Tepotzotlán, Ameca, San Rafael y de algunos arroyos de barranca que conducen agua de las partes altas a las partes bajas. Finalmente, el 25%, o sea 19.7 m3/s, la importamos de las cuencas vecinas de Lerma y Cutzamala. Del sistema hídrico superficial se aprovecha una mínima parte ya que está conectado al sistema de drenaje de la ciudad, de tal manera que solo se pueden aprovechar sus aguas ente los meses de mayo y octubre (época de lluvias) porque en ese periodo se encuentran limpios los drenajes.
Por lo anterior, podemos decir que gran parte del agua que consumimos actualmente en cada uno de los hogares de la Ciudad de México es extraída del agua infiltrada en el subsuelo. Esta infiltración se lleva a cabo por medio del agua de lluvia que en la cuenca de México alcanza 214.7 m3/s; de la cual se evapora 159.4 m3/s, que pertenece a 74% del total; 11%, que corresponde a 23.7 m3/s, se vierte en los escurrimientos superficiales, y sólo 15%, que son 31.6 m3/s, se infiltra a subsuelo, del cual extraemos 59.5 m3/s por medio de 976 pozos repartidos a lo largo de todo el territorio. Este porcentaje representa 50% más del agua que infiltramos, lo que trae como consecuencia que las capas geológicas se asienten produciendo el hundimiento de la ciudad.
¿POR QUÉ SE ESTÁ INFILTRANDO MENOS CANTIDAD DE AGUA DE LA QUE CONSUMIMOS?
El agua que se extrae del subsuelo se hace por medio del acuífero principal, cuya infiltración se da principalmente al borde del sistema montañoso que forma la cuenca. Dicho borde se encargaba de realizar el proceso; sin embargo, por el crecimiento de la población, a partir de la década de 1960, fue invadido con procesos de urbanización, en su mayoría de asentamientos irregulares que fueron cubriendo poco a poco este porcentaje de tierra.
RESPONSABILIDAD COMPARTIDA
Gran parte de estas acciones requieren hacer conciencia de lo que implica un uso eficiente del agua, responsabilidad que recae sobre cada habitante de la ciudad y cada arquitecto que interviene en ella, para lo cual hay que tener varios puntos en cuenta: lo primero es un uso racional del agua, no dejar la llave abierta más de lo que se requiera; evitar fugas, al año se contabilizó un desperdicio de nueve mil litros. El segundo y tercer puntos involucran directamente a los arquitectos y a cada profesional que intervenga con obras nuevas en la ciudad: consisten en realizar un sistema de recolección de agua pluvial que pueda utilizarse para el baño, regar el jardín y lavar el automóvil, necesidades que representan 45% de gasto de agua de una casa; de igual manera, instrumentar un sistema de reuso del agua jabonosa tratada y recolectada de la lavadora, del fregadero y del lavabo para ser utilizada en el inodoro, este gasto hídrico corresponde a 40% del consumo total, lo que nos dejaría solamente un consumo de 15% de agua que estaríamos tomando de la cuenca de México.
UNA TRISTE REALIDAD
Del sistema hídrico superficial se aprovecha una mínima parte, ya que está conectado al sistema de drenaje de la ciudad.
LA SOLUCIÓN
Hay varias salidas que deberían integrarse para resolver el problema: la primera, y más urgente, que por medio de políticas públicas se impida que estas zonas de infiltración sigan siendo invadidas por áreas urbanizadas. La segunda, y no menos importante, la realización de pozos de absorción en zonas ya urbanizadas sobre territorio de infiltración del acuífero principal. Otra solución es aumentar el porcentaje tomado para el consumo de los escurrimientos superficiales de la cuenca a partir del sistema de los 45 ríos existentes que, aunque se encuentren contaminados en su parte inferior –que es la sección de contacto con la ciudad–, sí podríamos abastecernos de las partes superiores de éstos, sobre todo en época de lluvias. Esta iniciativa se formuló tomando como antecedente la propuesta realizada en 1952 por los ingenieros Fernando Hiriart y Gerardo Cruickshank, quienes planteaban como viable aprovechar el agua de las presas Taxhimay, La Requena, Tepuxtepec, Guadalupe, la Concepción y de ríos como Tlalnepantla, San Javier, Chico de Los Remedios, Totolica, De los Cuartos, Hondo, Tacubaya, Becerra, Mixcoac, San Ángel y el río Magdalena.