Por Rodrigo Alonso > @JRodrigo_Alonso.
En el debate político o académico es lugar común al referirse al «desgarre del tejido social». Principalmente cuando se hace referencia a un nivel serio de crisis, violencia o desintegración social. El conflicto se expresa visiblemente en el espacio público. Frente a esto quisiera reflexionar; entorno a la ecuación donde conviven el espacio público y la importancia que tiene para hacer comunidad.
Los seres humanos somos gregarios por naturaleza, vivimos en comunidades más o menos complejas, más o menos institucionalizadas y más o menos conflictivas. Todo, bajo la necesidad de vivir en colectividad.
Desde el neolítico, y en la medida que las se empezaban edificar los primeros núcleos urbanos, el espacio público ha sido el nido de germinación de los primeros estados nacionales, los conflictos sociales, el desarrollo comercial, es dónde se configura buena parte de la identidad cultural, es la arena en la que se enfrentan conflictivamente los intereses públicos.
El espacio público ha determinado por su cartografía urbana a las ciudades, su extensión, continuidad y permeabilidad (física o sensorial) compone ciertas condiciones para la escenificación de la vida pública. En ella se entreveran lazos sociales, valores comunes, intereses, identidades y hasta sentimientos individuales o colectivos.
Esta combinación de elementos, compleja y constante, es lo que alimenta a la constitución de comunidades. Un espacio público fragmentado, sin continuidad práctica, vocación urbana, social o económica disloca las potencialidades sociales y amplifica el conflicto. Generando un dique a la posibilidad de la cooperación social, la solidaridad o, simplemente, el reconocimiento de intereses encontrados.
La institucionalidad social, ese pacto colectivo que se teje cotidianamente, se mina. No se encuentra un cauce a la diferencia, la desigualdad y la violencia. El espacio público transciende al propio trazado de las calles, avenidas, plazas públicas, edificios públicos, puentes y aceras. Son una expresión dialéctica entre el trazado físico, simbólico y sensorial.
La vida pública de los individuos y grupos colectivos es condicionada, hasta cierto punto, por el carácter del propio espacio púbico. Incluso, en momentos, determina el control territorial. Su nivel de privatización, en ese mismo sentido su gestión puede permear en su fortaleza institucional y normativa de comunidades urbanas.
Con todo lo anterior resulta prioritario comprender el papel multidimensional del espacio púbico. Es el centro de la configuración comunitaria y la sostenibilidad social de los centros urbanos, cualquiera sea su escala. Encausar el conflicto, sin negar que el propio espacio público es el entretelón del conflicto permanente, depende de integrar la enorme red de circuitos que constituye las ciudades contemporáneas.
Texto extraído de la edición cuatro de la Revista City Manager