Donald Trump cimbró las estructuras mundiales con sus muros, sus modos y su mundo.
Por Rodrigo Alonso > @JRodrigo_Alonso
Tras la irrupción política del nuevo presidente de Estados Unidos, el mundo revive cierta sensación de fragilidad e incertidumbre del equilibrio y la arquitectura internacional, cuyo último antecedente, tal vez, se experimentó a lo largo del periodo de la Guerra Fría. Su caótico razonamiento, la visceralidad de sus ideas y decisiones, lo desprendido de valores colectivos y su megalomanía activó alarmas en sectores políticos, sociales y económicos; al tiempo que las élites mundiales intentan descifrar el modo de reaccionar a la singularidad del nuevo presidente.
Conjuntamente a los nuevos aspectos del orden mundial, que potencialmente podrían reconfigurar la vida de millones de personas, hay algunos de vital importancia y que ya están teniendo repercusiones inmediatas como en la migración. Este fenómeno es tan antiguo como la propia humanidad, es más, no podemos explicar la composición natural de nuestro planeta sin el continuo y sistemático andar de toda clase de especies, de diferentes escalas, en todos sus rincones donde el común denominador es la supervivencia.
Ese comportamiento es ahora esencial para el desarrollo y el enriquecimiento de la vida urbana en las ciudades, lugar donde habitan más de la mitad de la población mundial y en el que cerca de 250 millones de personas viven fuera de su lugar de nacimiento. El camino del proceso de industrialización capitalista en el mundo focalizó el potencial laboral en las ciudades, las cuales expandieron su influencia por el acelerado flujo de personas que en busca de trabajo asalariado abandonaron la vida del campo. Provocando que la nueva dinámica urbana se extendiera en el territorio como agua derramada sobre una mesa. Motivos para migrar no se agotan en el poderoso umbral del espectro económico, así también afloran razones políticas, religiosas, culturales, sociales o el azote de la naturaleza. De alguna manera, la migración la podemos ver como una especie de proceso de polinización en las ciudades y sus sociedades.
Los inmigrantes son canales de transmisión entre la ciudad de salida y la ciudad destino. Aportando mutuamente valor lingüístico, cultural, tecnológico, económico y social. La arquitectura, el ordenamiento y la vida urbana se trastoca y algunos elementos de la vida urbana sufren una metamorfosis.
En California, en la Unión Americana, por ejemplo, 38 por ciento de su población tiene origen hispano y se espera que para el año 2043 uno de cada tres habitantes estadounidenses tenga ese mismo origen. Frente a esta realidad demográfica se disparó en muchas dimensiones la composición de las relaciones sociales y económicas en un primer plano, pero como telón de fondo las relaciones culturales, religiosas y políticas han influido la manera que se integran grandes centros urbanos como San Diego, Los Ángeles o San Francisco. La socióloga holandesa Saiska Sassen nos advierte que las 100 principales urbes del mundo concentran 10 por ciento de la población mundial y una tercera parte del producto interno bruto. En muchos casos esas grandes concentraciones son los principales receptores de migrantes internos, de países emergentes o en absoluto subdesarrollo.
Así lo muestran Estados Unidos, Rusia y Alemania que reciben a poco más de 60 millones de personas anualmente y sus metrópolis son reflejo de ello, tal es el caso cuando pensamos en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Texas, Miami, Chicago, Moscú, San Petersburgo o Berlín. La vida urbana se distingue por la multiculturalidad demográfica. El espacio público se distingue con nuevos elementos y, asimismo, expone tensiones y conflictos que se marcan en la vida urbana.
DATOS DUROS: LAS 100 PRINCIPALES CIUDADES DEL MUNDO CONCENTRAN 10 D}POR CIENTO DE LA POBLACIÓN MUNDIAL Y UNA TERCERA PARTE DEL PIB.
LA INTOLERANCIA Y LA DISCRIMINACIÓN SON UNA REACCIÓN NO DESEADA
La anteposición del miedo germina contextos como las amenazas de Donald Trump contra la migración internacional, o el Brexit. No solamente los gobiernos nacionales deben de pensar cómo es el mejor modo de tratar con el fenómeno migratorio, así lo tienen que resolver las autoridades y las sociedades locales. En este caso el espacio público es la vitrina en la que se dirimen las distintas tesituras por asimilar el problema migratorio.
Hay contrastes de cómo se asimilan las tensiones, por ejemplo, en Estados Unidos, por un lado, existen las ciudades santuario, cuya perspectiva migratoria es más pensando como un activo. Mientras que la contracara de la moneda es el caso Maricopa, Arizona, donde el aguacil Joe Arpaio ha diseñado toda una industria de la deportación y la discriminación. La reflexión que nos queda es cómo las ciudades y los procesos urbanos no evitan el conflicto, sino cómo la propia vida urbana permite dirimir los conflictos. La realidad es que el fenómeno de la migración humana existe, pero también está latente el rechazo y el miedo que provoca el encuentro entre diferentes.