Bilbao se transformó en un destino turístico y cultural internacional y logró la nueva imagen que el País Vasco trataba de mostrar al mundo. Pero, ¿cómo pudo la apertura de un museo dar un giro tan radical a la maltrecha situación de la ciudad?
Por Iván Valero > @ivanvalero_
Hasta finales de 1997, Bilbao era una ciudad completamente en decadencia. La capital del País Vasco se encontraba en la etapa más dura del terrorismo etarra y la aparición de las potencias emergentes asiáticas, sumado al aumento del precio de la vida, había hecho perder competitividad al sector industrial que hasta ese momento había sustentado la economía vasca.
En medio de una ciudad deprimida y atemorizada, una idea que muchos consideraron frívola en un inicio, logró un cambio en positivo de esa dinámica hasta el punto de convertir a Bilbao en un ejemplo mundial de resiliencia; construir la sede europea del museo Guggenheim de Nueva York.
La Solomon R. Guggenheim Foundation aportaba una de las colecciones de arte contemporáneo más importantes del mundo y sabían de la importancia de la calidad del edificio tras el éxito del museo en espiral de Nueva York, diseñado por Frank Lloyd Wright. Podían haber elegido cualquier otra ciudad europea más cercana a Nueva York, pero la insistencia y el entusiasmo de las autoridades vascas, además de los compromisos de inversión, les hizo decantarse por la que, a priori, podría parecer la peor opción.
La sociedad vasca también tuvo muchas dudas, en una situación tan crítica, económica y socialmente, hipotecar la inversión cultural de los siguientes años en traer a una institución privada generó muchas tensiones, pero los resultados llegaron rápido y hoy día nadie duda del acierto de aquella decisión.
Con el acuerdo entre la Fundación Guggenheim y el gobierno vasco firmado, se realizó un concurso restringido para el diseño del edificio que ganaría Frank Gehry, que pocos años antes había ganado el Pritzker . El proyecto no trataba de replicar el museo original, Gehry diseñó un edificio que recuperaba la esencia de los astilleros bilbaínos que, dentro de las complejas formas que caracteriza la arquitectura del arquitecto canadiense, recuerda uno de los barcos que se construían sobre la ría.
El edificio se convirtió en un icono y el museo tuvo una afluencia extraordinaria, superando las expectativas. Paralelamente, la ciudad de pronto se situaba en el mapa mundial y se convertía en destino turístico de interés cultural.
Esto reactivó la economía en la ciudad, que vio como crecía su público, se diversificaba la oferta y con ellos la creación de empleos y la transformación urbana de la ciudad. Nacía el Efecto Guggenheim.
El éxito de Bilbao no pasó desapercibido y muchas otras ciudades, tanto españolas como del resto del mundo, trataron de replicarlo y lograr su particular Efecto Guggenheim , aunque la gran mayoría sin éxito. El Pom pidou-Shanghai, el Contemporary Art Museum KIAS MA de Helsinki o el Museo de Las Artes y las Ciencias en Valencia, son ejemplos de estos intentos fallidos de replicar el modelo de Bilbao, y qué no tuvieron el éxito esperado y acabaron generando una deuda innecesaria para las ciudades que los impulsaron. Por tanto, ¿qué tuvo de especial lo que sucedió en Bilbao?
Principalmente la implicación del gobierno vasco, que ya llevaba años preocupado por la regeneración urbana de la ciudad y que no se limitó a la creación del museo, sino que previamente había ampliado el metro y había hecho grandes esfuerzos por impulsar la accesibilidad en toda la ciudad. Se recuperaron espacios abandonados tras la desindustrialización y se apostó por un modelo de regeneración urbana que reactivaría el sector servicios, que se convertiría en un importante motor de la economía. El museo fue la guinda del pastel de un gran plan estratégico de transformación urbana, algo que no entendieron muchas de las ciudades que trataron de imitar a Bilbao y se limitaron a contratar a un gran arquitecto para que diseñara un edifico icónico sin planificar su función dentro del sistema urbano y en algunos casos, como en Valencia, ni siquiera su contenido.
Ciertamente, la extraordinaria colección Guggenheim atrajo un tipo de turismo que complementó lo que se estaba haciendo por renovar la ciudad, pero gran parte del éxito tiene que ver con el beneficio mutuo que ha llevado a renovar la colaboración entre la ciudad y la fundación por 20 años más y ha permitido continuar extendiendo el modelo Guggenheim por el mundo.